lunes, 3 de octubre de 2011

EJERCICIO 1.1: TEXTO

RECUERDOS

Estaba sentado en mi viejo sofá, un día aparentemente apacible de invierno, como solía suceder alguna tarde, alguien llamo a la puerta, “pase, está abierta”, grité desde mi butaca donde pasaba la tarde. Los pasos se iban acercando, podía oír la tarima chirriar en cada zancada, cuando por fin la silueta doblo la esquina del comedor vi a mi hijo Fiedrich, inmediatamente supuse que venía a dialogar sobre el testamento (DISCUTIR), venía acompañado por mi nieto Herbert, lo que no impidió que Fiedrich me comentase en un tono, un tanto malsonante, que el testamento no se iba a escribir solo.
Tras un largo rato charlando, caí en la cuenta de que ya no era un jovenzuelo con veinte años, lo que me llevo, a mí, a mi hijo y a mi nieto a recordar viejos tiempos de juventud (IMAGINAR).

Mis primeros recuerdos, no sin alguna dificultad, correspondían a mi temprana infancia. Recordaba el gran sótano, algo lúgubre y un poco descuidad, con poca luz, con fuertes paredes, donde pasaba tardes enteras con los muñecos y mis amigos (JUGAR) , solía imaginar lugares mucho mas espaciosos, con muchas mas luces de colores y mas diáfanos. Ese viejo lugar también me traía otro tipo de recuerdos, como mi habitación enmoquetada, con esas paredes de ladrillo, no demasiado bien iluminadas donde además de pasar horas enteras entre libros (ESTUDIAR), también pasaba horas pensando en mi futuro, en batallitas que nada tuvieron que ver con la realidad del presente (IMAGINAR). También me di cuenta que la vieja casa de mi infancia era ciertamente triste, por su poca luz, su ubicación no del todo acertada y sobre todo por ese vecindario tan triste y lúgubre.

De repente, mi cabeza abandono, la línea del tiempo común, y me llevo a mi época adulta, la imagen que veía era turbia, casi siniestra, la cual me hacia recordar los años difíciles de comienzo de siglo, donde, de repente, de la noche a la mañana, los ahorros de los últimos años se desvanecían por una crisis financiera, que mi mente, no llegaba a comprender bien. Este hecho me hizo desconfiar de los bancos, por lo que empecé a guardar mi ahorros debajo del colchón que había adquirido recientemente (AHORRAR), para amueblar la gran casa, en la que, continuaría viviendo hasta el presente, esta casa si, por fin era lo suficientemente luminosa y agradable, grandes ventanales, buenas alturas y lo mas importante un gran patio lleno de verdes arboles que me alegraban cada mañana.
Después de unos años ahorrando por fin, y tras mucho sufrimiento, pude comprar el coche alemán que siempre quise (COMPRAR), el cual usaba bastante poco, lo guardaba en el garaje de mi casa, cuyas paredes servían como almacén improvisado de viejos trastos.
Ya que el trabajo estaba bastante cerca de casa, Acudía diariamente en transporte público al trabajo. Trabajaba en la universidad, lugar en el que además de impartir clases también realizaba (ESTUDIO) mi tesis doctoral, tenía mi propio despacho, bien iluminado y limpio, con un aire moderno.

De repente sonó otra vez la puerta, lo cual irrumpió en mi mente y desbarato mi historia, volví a gritar: “adelante, la puerta está abierta”, esta vez una larga sombra apareció por el pasillo, era Hilda la mujer de mi hijo que trabajaba en unas oficinas cercanas. Venía con prisas, argumentaba que tenían una cena importante y que se les estaba echando el tiempo encima, así que mi hijo y mi nieto recogieron sus cosas y se despidieron: “abuelito, cuídate”, y yo respondí: “que mejor manera de cuidarse que pasar la tarde leyendo y escribiendo en mi propia casa (CUIDARSE)

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