jueves, 3 de noviembre de 2011

EJERCICIO 1.1: TEXTO CORREGIDO

(Yo) Estaba sentado en mi viejo sofá, de mi casa un espacio amplio a doble altura con toques orientales. Un día aparentemente apacible de invierno, como solía suceder alguna tarde, alguien llamo a la puerta, “pase, está abierta”, grité desde mi butaca donde pasaba la tarde. Los pasos se iban acercando, podía oír la tarima chirriar en cada zancada, cuando por fin la silueta doblo la esquina del comedor vi a mi hijo Fiedrich, inmediatamente supuse que venía a dialogar sobre el testamento (DISCUTIR), venía acompañado por mi nieto Herbert, lo que no impidió que Fiedrich me comentase en un tono, un tanto malsonante, que el testamento no se iba a escribir solo. Tras un largo rato charlando, caí en la cuenta de que ya no era un jovenzuelo con veinte años, lo que me llevo, a mí, a mi hijo y a mi nieto a recordar mi temprana infancia.
Mis primeros recuerdos, no sin alguna dificultad, correspondían a mi temprana infancia. Recordaba el gran sótano, algo lúgubre y un poco descuidad, con poca luz, donde pasaba tardes enteras con los muñecos y mis amigos (JUGAR), ese  espacio algo lúgubre provoco, que en bastantes ocasiones soliese viajar a espacios  más cálidos y orgánicos. Eran espacios sugerentes, propios de historias infantiles, muy curvilinios, bien iluminados, con materiales sugerentes. Estos espacios que creaba mi imaginación los recuerdo bastante bien, tenía una lista casi infinita de espacios que usaba para evadirme de la realidad.
Recuerdo concretamente uno (IMAGINAR), paredes de madera, luces rojas y muy amplios. Los espacios solían ser orgánicos y en ellos me encontraba con mis viejos juguetes y mi fiel perro. Pasaba tardes enteras jugando en mi imaginación, trasladándome de espacio en espacio, viajando por mi mente.
En esa vieja casa pase escasos dos años de mi infancia. Después me mude a un vecindario que mi temprana edad no alcanzaba a calificar, y que años más tarde me daría cuenta de que en cierto modo no estaba tan mal. Esta nueva casa tenía una sala de juegos más amplia y luminosa, pero igualmente con la destreza adquirida en mis primeros años seguía imaginando nuevos lugares de juego.  Con el tiempo estos espacios fueron madurando y se iban volviendo más reales, pero igualmente seguían siendo imaginados. Esta casa tenía un gran patio, por lo que incorpore elementos de la naturaleza como jardines y arboles, esto los hacía todavía más interesantes.  En el gran jardín solía esconder mis ahorros (AHORRAR) y recuerdos para evitar que mi padre los cogiera, estos también formaban parte de mis mundos imaginarios. Todos mis juguetes se trasladaban a estos espacios.
Pasados unos años deje de imaginar estos mundos ficticios, y utilizaba el dinero ahorrado para comprar (COMPRAR),  juguetes e instrumentos para montarme mis propias escenas sin recurrir tanto a la imaginación, porque ya con cierta edad, la gente te mira como un bicho raro si estas todo el día divagando por el espacio. En esta época también influyo la necesidad del estudio, cada vez pasaba más tiempo encerrado estudiando en mi habitación. (ESTUDIAR)
De repente sonó otra vez la puerta, lo cual irrumpió en mi mente y desbarato mi historia, volví a gritar: “adelante, la puerta está abierta”, esta vez una larga sombra apareció por el pasillo, era Hilda la mujer de mi hijo que trabajaba en unas oficinas cercanas. Venía con prisas, argumentaba que tenían una cena importante y que se les estaba echando el tiempo encima, así que mi hijo y mi nieto recogieron sus cosas y se despidieron: “abuelito, cuídate”, y yo respondí: “que mejor manera de cuidarse que pasar la tarde leyendo y escribiendo en mi propia casa (CUIDARSE)”.

 LEYENDA:

PERSONAJES

ACCIONES

ESPACIOS

DESCRICIPCIONES

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